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lördag 8 mars 2008

Historia del Partido Socialista de Chile (Parte 3)

Es decir en l964, se ratifica la teoría desarrollada en el programa de l947 por Eugenio González convirtiéndola en un quehacer político.

Desde esa fecha, con avances y retrocesos esta teoría se desarrolla y se concreta, alianzas y programas que perfilan la perspectiva de alcanzar el Poder a través de coaliciones de partidos representativos de los trabajadores y sectores sociales oprimidos por el sistema con proyectos que buscaban la transformación y el cambio económico y social, al frente de los cuales estarían también hombres de las propias filas populares. Así se constituye el Frente de Acción Popular (FRAP) y después la Unidad Popular de las cuales sería su abanderado nuestro camarada Salvador Allende.

La concepción del Frente de Trabajadores, entonces, no fue una improvisación ni una política accidental o coyuntural. Fue madurando largos años dentro de partido y materializándose con la propia experiencia partidaria, por las frustraciones provocadas por políticas débiles y claudicantes, por la esterilidad de la participación en gabinetes ministeriales que resentían a los trabajadores y por la enseñanza que entregaban la colaboración con sectores políticos de la burguesía que siempre fueron incapaces de romper sus vínculos de clase, su compromiso con los intereses de las clases dominantes. La experiencia que se había vivido con el Gobierno de Ibáñez en l952, repitiendo el error frente populista, había endurecido a la militancia, que no estaba dispuesta a tolerar nuevas debilidades. En adelante, las pugnas internas estarían entre los más o los menos consecuentes con la política revolucionaria de Frente de Trabajadores.

Por tibiezas en este plano sería desplazada la Dirección de Raúl Ampuero en el Congreso de Linares de l965, asumiendo un nuevo equipo, encabezado por Aniceto Rodríguez, Carlos Altamirano, Adonis Sepúlveda, Erich Schnake, Rolando Calderón y otros que radicalizarían de nuevo las posiciones del Partido.

Incluso, el Congreso de Chillán, de l967, llevaría a algunos extremos que no correspondían a la situación concreta de Chile, privilegiando la lucha armada, en un país donde se daba un movimiento de masas desarrollado fundamentalmente por socialistas y comunistas, profundamente politizado y combativo, que buscaba cambios revolucionarios.

La realidad nos conduciría a introducirnos con más fuerza en el proceso social; constituir una alianza que no fuera sólo un entendimiento electoral, sino un frente que se dispusiera al cambio económico social.

El llamamiento que socialistas y comunistas harían a las demás fuerzas de izquierda para constituir la Unidad Popular tendría ese sentido. El programa que se aprueba previo a la designación del candidato Presidencial diría lo siguiente:

"La única alternativa verdaderamente popular y por lo tanto, la tarea fundamental que el Gobierno del Pueblo tiene ante sí, es terminar con el dominio de los imperialistas, de los monopolios, de la oligarquía terrateniente e iniciar la construcción del Socialismo."

Es decir, la concepción del Frente de trabajadores sintetizada pero expresa: cumplir tareas democráticas y socialistas a través de un Gobierno compuesto por representantes de los partidos de trabajadores. El Presidente Allende llegaría hasta incluir en su Gabinete a los representantes máximos de la CUT, los compañeros Luis Figueroa y Rolando Calderón.

En este análisis de la trayectoria del Partido Socialista quedan. naturalmente, grandes lagunas e interrogantes. Pero sí se desprenden de sus grandes trazos una imagen constante de un partido revolucionario. Sus divisiones, contrariamente a lo que se afirma que se debieron a caudillismos, fueron, en gran medida, de carácter doctrinario.

Tenemos la certeza que el pensamiento del Partido Socialista penetró en vastos sectores populares y fue un elemento fundamental para el triunfo de l970. Si efectivamente otras fuerzas aportaron a ese proceso, no es menos cierto que la política socialista de alcanzar el Poder pleno ayudaron a desarrollar un movimiento social fuertemente radicalizado y de alta combatividad. Como lo dijera Salvador Allende, su millón de votos correspondía a un millón de conciencias políticas.

El intento del Gobierno Popular, analizado en sus grandezas y debilidades lleva la impronta particular de Salvador Allende y también del Partido Socialista, igualmente con aciertos y errores. Cualquiera que fuera su conducción, el movimiento popular desarrolló fuerzas sociales que llevaron a la antesala del Poder. Naturalmente, la reacción de las clases dominantes correspondería a la histórica postura de impedir por todos los medios ser despojados de sus privilegios. Nunca han entregado el Poder pacíficamente. Por eso, antes de que Allende asumiera su cargo, asesinaron al Comandante en Jefe del Ejercito, René Schneider, por no querer participar en un golpe de estado. No había "excesos" ni atropellos a la Constitución, pues aún no estábamos en el Gobierno. La violencia la desataron ellos y la aplicaron ellos. Ciertamente, la aplicación del Programa de la Unidad Popular, repartido por cientos de miles en la campaña electoral de la UP, desató las iras y la virulencia en las clases dominantes, volaron decenas de torres eléctricas, sabotearon la producción, asesinaron no solo trabajadores sino al Comandante Araya, de la Marina, que era Edecán del Presidente y empujaron en todas formas la intervención de las fuerzas armadas. Así se fue conformando el dilema al borde del enfrentamiento: o Revolución o Contrarrevolución. No fuimos capaces de consumar el proceso. Triunfó la más cruel y sanguinaria Contrarrevolución habida en el Continente.

El Partido Socialista y el movimiento popular, el pueblo entero inició el 11 de Septiembre de l973 el pago de sangre por su intento de cambiar el régimen. No fueron los "excesos" ni los errores, mayores o menores, que los hubo, lo que condujo a la intervención armada. Fue la aspiración de realizar la utopía socialista como se le llama hoy día.

La derrota sacudió profundamente al pueblo chileno y el Partido sufrió su propio martirio. Fuera de sus miles de mártires, ha vivido la peor crisis de su historia. No es para menos, fracasó en el intento de cumplir sus sueños. Dispersado en múltiple grupos, el pueblo socialista logró la unidad. El Congreso Salvador Allende inició la difícil tarea de reconstruir el Partido, en nuevas condiciones nacionales e internacionales. Un Programa nuevo debe definir qué pensamos ahora, cuáles son nuestros principios en este presente con sus dinámicos cambios de todo orden: teóricos, científicos, tecnológicos y entregar a la militancia las nuevas alternativas. Lo obrado hasta ahora en esta materia aún no resuelve este problema. Abiertos al futuro, hay que asentar el despegue para hacer realidad las aspiraciones de aquellos que ofrendaron la vida por el Socialismo.

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