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måndag 24 mars 2008

La Gran Revolución Socialista de Octubre

los principales Estados europeos desencadenaron la I Guerra Mundial. Al lado de la Entente (alianza estratégico - militar de Inglaterra y Francia enfilada contra Alemania y Austria-Hungría) también participaba la Rusia zarista.

Los partidos socialdemócratas de los países europeos justificaron la guerra de rapiña de sus respectivos gobiernos. También los mencheviques y eseristas rusos se aliaron con la burguesía, encubriéndose bajo la bandera de la defensa de la patria. Los únicos que se actuaron como auténticos revolucionarios internacionalistas fueron los bolcheviques.

En los primeros meses de la contienda Rusia perdió la batalla por la Prusia oriental, aunque venció en Galicia. Pero ya en el siguiente año perdió casi toda Galicia, Polonia y parte de las provincias del Báltico y de Bielorrusia. En el tercer verano de la guerra las tropas rusas mandadas por el general Alexei Brusilov expulsaron a las fuerzas austro-húngaras de Bukovina y Galicia Occidental, obligándolas a replegarse hasta los puertos de los montes de los Cárpatos; en el frente del Cáucaso se lograron grandes victorias sobre las tropas turcas. Sin embargo, eso no incidió mucho en la marcha de la guerra. Se avecinaban grandes batallas, y la Rusia zarista se preparaba para ellas no sólo en el teatro de operaciones, sino también en la retaguardia. Para mediados de 1916 la producción de material bélico alcanzó máximo nivel, en detrimento, naturalmente, de las industrias civiles y del transporte. Se agravó la crisis de abastecimientos, que era la más evidente manifestación de la desorganización y el quebranto de toda la vida económica del país.

El descontento iba extendiéndose a capas cada vez más amplias de la población trabajadora. En octubre de 1916 en Petrogrado (como pasó a llamarse Petersburgo desde el principio de la guerra) en las huelgas participaron 250.000 obreros. En el verano de ese año estalló una insurrección popular en el Asia Central y Kazajstán, y crecieron las agitaciones campesinas. El movimiento de masas contra la guerra y la autocracia se extendió al ejército: unidades enteras se negaban a atacar, se hicieron más frecuentes los casos de confraternización de los soldados rusos y alemanes.

El país estaba en vísperas de la revolución. Ésta empezó el 23 de febrero (8 de marzo) de 1917. La huelga que estalló en la fábrica de Putilov, la mayor empresa industrial de la capital, fue apoyada por millares de obreros de otras empresas. A primeras horas de la tarde en la arteria principal de la ciudad, la avenida Nevski, aparecieron manifestantes, a los que se unieron los estudiantes. El 25 de febrero se generalizó la huelga política y, al día siguiente, al lado de los obreros empezaron a pasarse unidades militares. El 27 de febrero casi toda la ciudad estaba ya en manos de los insurrectos. La insurrección armada triunfó. Siguiendo la tradición revolucionaria de 1905, ese mismo día en el Palacio de Tauride se constituyeron los soviets de diputados obreros, campesinos y soldados Petrogrado. Debido a que muchos de los dirigentes del Partido bolchevique estaban entonces en la emigración, encarcelados o deportados, los representantes de los partidos pequeñoburgueses lograron imponerse en la dirección del Soviet. Su línea política respondía al viejo esquema de que al zarismo sólo podría sustituirle el poder de la burguesía.

En la noche del 28 de febrero se anunció oficialmente la creación del Comité Provisional de la Duma de Estado. En él entraron, a excepción de la ultraderecha, representantes de todos los grupos de la Duma, incluidos los eseristas y mencheviques. La directiva menchevique-eserista del Soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado dejó al Comité Provisional de la Duma la iniciativa de formar gobierno, reservándose sólo el derecho de controlar su política. El 2 de marzo se formó el Gobierno provisional burgués. En la noche del 3, bajo la presión de los acontecimientos, Nicolás II firmó el manifiesto abdicativo. La revolución popular había triunfado.

El 27 de marzo de 1917 Lenin salía de Suiza, donde había permanecido desde 1914 debido a la persecución de los zaristas y regresó a la Rusia para encabezar personalmente la lucha revolucionaria.

Como resultado del triunfo sobre el zarismo en febrero de 1917 se dio una situación muy poco frecuente en la historia que Lenin definió con el término de dualidad de poderes: nominalmente el poder estatal había pasado a manos del Gobierno provisional burgués, pero las masas populares, que habían realizado la revolución, crearon sus propios órganos de poder, los Soviets de diputados obreros y soldados.

Los eseristas y mencheviques consideraban que la revolución burguesa había terminado y que el país no estaba preparado para la revolución socialista. Por eso seguían una política de entendimiento con la burguesía, detener el desarrollo de la revolución y disolver los Soviets. Pero el gobierno provisional burgués salido de la revolución frustró todas las esperanzas que las masas tenían puestas en la victoria sobre el zarismo.

El Partido bolchevique denunció al gobierno provisional afirmando que era contrarrevolucionario. Advirtió que la burguesía no daría a las masas populares ni paz, ni tierra, ni un régimen estatal democrático y exhortaban al proletariado y a su aliado, el campesinado, a seguir desarrollando la revolución. Por tanto, lanzó la consigna ¡Todo el poder a los Soviets! El movimiento revolucionario sacudió todo el país.

En la noche del 3 de abril llegó Lenin a Petrogrado. En la plaza de la estación de Finlandia, subido en un blindado, pronunció un breve discurso ante la multitud de obreros, soldados y marineros revolucionarios que habían acudido a recibirle. Les expuso las tesis fundamentales de su programa, que pasó a la historia con el nombre de Tesis de Abril. Su esencia la expresaba la consigna de ¡Todo el poder a los Soviets! En las condiciones de entonces significaba un llamamiento a continuar la revolución, o sea, a terminar con la dualidad de poderes a favor de los Soviets y a pasar de la etapa democrático-burguesa de la lucha revolucionaria a la etapa socialista.

Las Tesis de Abril de Lenin fueron discutidas y aprobadas en la VII Conferencia de toda Rusia del Partido bolchevique, llamada Conferencia de Abril. Entonces se desató una campaña difamatoria contra Lenin y sus partidarios. El hecho de que los mencheviques y los socialistas revolucionarios (eseristas) actuasen al lado de la burguesía, permitió al Gobierno provisional preparar una nueva ofensiva en el frente. Comenzó el 18 de junio, pero pronto fracasó. Como consecuencia, creció la influencia de los bolcheviques entre las masas. Entonces los dirigentes de los partidos conciliadores dieron el visto bueno al Gobierno provisional para disparar sobre una manifestación que tuvo lugar el 4 de julio, en el centro de Petrogrado, bajo la consigna ¡Todo el poder a los Soviets!

Esa fecha fue decisiva; en el país se había acabado la dualidad de poderes, pero a favor de la burguesía. El Gobierno provisional dio la orden de detener a Lenin, quien tuvo que pasar por última vez a la clandestinidad, que duró ciento doce días.

Sin embargo, la victoria de la burguesía rusa resultó ser la antesala de su derrota definitiva y liquidación como clase gobernante. En auel momento cambió radicalmente la dirección de la actividad del Partido bolchevique: su VI Congreso, a propuesta de Lenin, señaló la orientación hacia la insurrección armada, indicando que el nuevo auge de la revolución rusa pondrá en el poder a los obreros y campesinos pobres antes del triunfo de la revolución en los países capitalistas de occidente.

Ese nuevo auge empezó ya en el otoño. En respuesta a la intentona de la burguesía de establecer en el país una dictadura militar, los obreros de Petrogrado empuñaron las armas y fueron apoyados por unidades de la guarnición de la capital. A la cabeza de las masas revolucionarias iban los bolcheviques. Bajo su dirección inmediata fue aplastado el pronunciamiento reaccionario del general Kornilov. El prestigio de los bolcheviques creció. Comenzó un período de rápida bolchevización de los Soviets. De un instrumento de política de componendas con la burguesía, que eran bajo la supremacía de los partidos oportunistas, se iban convirtiendo en órganos de lucha abierta contra ella. El 31 de agosto el Soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado aprobó una resolución bolchevique que incluía reivindicaciones programáticas como la paz, la tierra y el control obrero sobre la producción. Unos días después el Soviet de Moscú aprobó una resolución idéntica.

Para no perder definitivamente la confianza de las masas, los dirigentes mencheviques y eseristas se negaron a entrar en un nuevo gobierno de los kadetes (demócratas constitucionalistas). Entonces Lenin les propuso romper el bloque con la burguesía y formar inmediatamente un gobierno responsable ante los Soviets. Lenin subrayaba que la libertad de propaganda y la inmediata aplicación de los principios de la democracia en las próximas elecciones a los Soviets y en el funcionamiento de los propios Soviets podrían asegurar el avance de la revolución, el paso del poder a los Soviets. Pero los mencheviques y eseristas, encubriéndose con frases sobre la unificación de todas las fuerzas del país y arguyendo que la entrega de todo el poder a los Soviets sería un crimen contra la revolución, emprendieron una campaña contra los Soviets. En vez de reunir un nuevo congreso de los Soviets, decidieron convocar una Conferencia democrática e invitaron a participar en ella a los representantes de las organizaciones de la burguesía y de los grandes terratenientes, de los municipios reaccionarios y los ayuntamientos urbanos, mientras reducían el número de puestos correspondientes a los Soviets, los comités de fábrica y los sindicatos. La Conferencia constituyó el llamado consejo provisional de la república, o anteparlamento, con participación de los representantes de la gran burguesía. De hecho, los conciliadores habían abandonado definitivamente las posiciones de los Soviets. Las masas populares se pusieron decididamente al lado de los bolcheviques. En aquellos días Lenin escribía al Comité Central del Partido bolchevique: El descontento, la indignación y la exasperación reinantes en el ejército, entre los campesinos y entre los obreros van en aumento. La coalición de los eseristas y mencheviques con la burguesía, coalición que lo promete todo y no cumple nada, enerva a las masas, les abre los ojos y les subleva.

El 7 de octubre Lenin regresó clandestinamente de Finlandia a Petrogrado y tomó en sus manos la dirección de los preparativos de la insurrección armada. Tres días después se celebró la histórica sesión del Comité Central del Partido bolchevíque, en la que se acordó dar comienzo a la insurrección armada. La resolución, redactada por Lenin y aprobada por el Comité Central, decía:

El Comité Central reconoce que tanto la situación internacional de la revolución rusa (insurrección de la flota alemana, signo agudo de la marcha ascendente de la revolución socialista mundial en toda Europa, luego la amenaza de una paz entre imperialistas con el fin de estrangular la revolución en Rusia), como la situación militar (decisión indudable de la burguesía rusa y de Kerenski y compañía de entregar Petrogrado a los alemanes) y la conquista por el Partido proletario de la mayoría dentro de los Soviets; unido todo ello a la insurrección campesina y al viraje de la confianza del pueblo hacia nuestro Partido (elecciones de Moscú); y, finalmente, la preparación manifiesta de una segunda kornilovada (evacuación de tropas de Petrogrado, concentración de cosacos en esta capital, cerco de Minsk por los cosacos, etc.), pone a la orden del día la insurrección armada.

Reconociendo, pues, que la insurrección armada es inevitable y se halla plenamente madura, el Comité Central insta a todas las organizaciones del Partido a guiarse por esto y a examinar y resolver desde este punto de vista todos los problemas prácticos (Congreso de los Soviets de la región Norte, salida de tropas de Petrogrado, acciones en Moscú y Minsk, etc.)Kamenev y Zinoviev intervinieron y votaron en contra de la resolución. Como los menchevíques, ellos aspiraban a una República parlamentaria burguesa y afirmaban que la clase obrera no era lo bastante fuerte para la revolución socialista, que no estaba aún capacitada para tomar el poder.

Aunque en esta sesión Trotski no votó abiertamente contra la resolución del Comité Central, presentó una enmienda que, de haberse aceptado, habría hecho fracasar la insurrección. Propuso que no comenzase hasta la apertura del II Congreso de los Soviets, lo que equivalía a dar largas a la insurrección, a fijar de antemano el día en que había de estallar, poniendo en guardia al Gobierno provisional.

El Comité Central del Partido bolchevique envió delegados con plenos poderes a la cuenca del Donetz, al Ural, a Helsingfors, a Cronstadt, al frente suroccidental, etc., con el fin de organizar sobre el terreno la insurrección y poner en conocimiento de los dirigentes de las organizaciones de base el plan de la insurrección y estimularles a preparar y movilizar sus fuerzas para ayudar al movimiento en Petrogrado.

Se creó, por mandato del Comité Central, el Comité Militar Revolucionario adscrito al Sovíet de Petrogrado, que había de asumir las funciones de Estado Mayor de la insurrección.

Al mismo tiempo, la contrarrevolución también concentraba sus fuerzas; la oficialidad del ejército se organizó en Liga de Oficiales. Los contrarrevolucionaríos creaban por todas partes Estados Mayores para la formación de batallones de choque. A finales de octubre la contrarrevolución disponía de 43 batallones. El Gobierno de Kerenski propuso su traslado de Petrogrado a Moscú porque esperaba la entrega de Petrogrado a los alemanes para atajar la insurrección en la capital. Pero la protesta de los obreros y soldados de Petrogrado obligó al Gobierno provisional a permanecer allí.

El 16 de octubre, se celebró una sesión ampliada del Comité Central del Partido bolchevique que eligió un Centro del Partido encargado de dirigir la insurrección, con Stalin a la cabeza. Este Centro era el núcleo dirigente del Comité Militar Revolucionario adscrito al Soviet de Petrogrado y fue el que dirigió prácticamente toda la insurrección.

En esta sesión del Comité Central, Zínoviev y Kamenev volvieron a pronunciarse contra la insurrección y combatieron abiertamente desde la prensa a la insurrección y al Partido. El 18 de octubre, el periódico Novaia Zhin (Vida Nueva) publicó una declaración suya manifestando que los bolcheviques preparaban una insurrección y que ellos la consideraban como una aventura. Con ello, ponían en conocimiento de los enemigos la decisión acerca del movimiento y de su organización para una fecha inmediata. Este acto era una traición. Lenin escribió al respecto: Kamenev y Zinoviev han delatado a Rodzianko y a Kerenski el acuerdo del Comité Central de su Partido sobre la insurrección armada, y planteó ante el Comité Central la expulsión de ambos del Partido.

Los enemigos de la revolución, prevenidos por los traidores, comenzaron a tomar medidas para atajar la insurrección y aplastar al Partido bolchevique. El Gobierno provisional celebró un Consejo de ministros secreto, en el que se acordaron las medidas de represión contra los bolcheviques. El 19 de octubre trajo apresuradamente tropas del frente a Petrogrado; comenzaron a merodear por las calles patrullas reforzadas; en Moscú la contrarrevolución concentró una gran cantidad de fuerzas. El Gobierno provisional había trazado el plan de atacar y tomar el palacio Smolny, sede del Comité Central del Partido bolcheviqué, la víspera del día en que habían de abrirse las sesiones del II Congreso de los Soviets y aplastar el Centro dirigente de los bolcheviques.

Pero los días y las horas de vida del Gobierno provisional estaban contados. No había ya fuerza capaz de detener la marcha arrolladora de la Revolución socialista. No era extraño que el pueblo no viese ninguna diferencia esencial entre la política del zar y la de la burguesía y transfiriese al Gobierno provisional su odio contra el zarismo. Mientras los socialistas revolucionarios y menchevique conservaron cierta influencia sobre el pueblo, la burguesía pudo atrincherarse detrás de ellos y mantener en sus manos el poder. Pero, después de desenmascararse como agentes de la burguesía imperialista, perdieron su influencia sobre el pueblo; la burguesía y su Gobierno provisional quedaron en el aire.

El 21 de octubre, fueron enviados comisarios bolcheviques del Comité Militar Revolucionario a todas las unidades revolucionarias de tropas. Durante los días que precedieron a la ínsurrección, se desarrolló la labor preparatoria de la lucha armada en el seno de las unidades militares y en las fábricas. Se asignaron también misiones concretas a los barcos de guerra, a los cruceros Aurora y Zaria Svobodi (Amanecer de la libertad).

En la sesión del Soviet de Petrogrado, Trotski se fue de la lengua y delató al enemigo la fecha de la insurrección, el día señalado por los bolchevíques para desencadenar el movimiento. Para no dar al Gobierno de Kerenski la posibilidad de hacer fracasar la insurrección armada, el Comité Central del Partido decidió comenzar y llevar a cabo la insurrección antes de la fecha proyectada, la víspera del día en que habían de abrirse las sesiones del II Congreso de los Soviets.

Kerenski comenzó a actuar en las primeras horas de la mañana del 24 de octubre (6 de noviembre), ordenando suspender el periódico Rabochi Put (La Senda Obrera), órgano central del Partido bolchevique, y enviando los blindados de asalto al local de la redacción del períódico y a la imprenta de los bolcheviques. Pero, hacia las 10 de la mañana, siguiendo instrucciones de Stalin, los guardias rojos y los soldados revolucionarios desalojaron a los carros de asalto y reforzaron la guardia de la imprenta y de la redacción del periódico. Hacia las 11, salió La Senda Obrera con un llamamiento para derribar al Gobierno provisional.

Las fuerzas de la contrarrevolución estaban concentradas en el centro de Petrogrado; cerca del Palacio de Invierno, donde se encontraba el Gobierno provisional, estaban el Estado Mayor de la región militar de Petrogrado y el Almirantazgo.

A1 mismo tiempo, el Palacio del Smolny, antiguo instituto para muchachas de la nobleza, situado en un suburbio del este de la ciudad, en la orilla izquierda del Neva, era la sede del Soviet de Petrogrado y del Comité Central del Partido bolchevique, verdadero Cuartel General de la revolución. En el mismo edificio se encontraba el Comité militar revolucionario, el Soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado y el Centro militar revolucionario del Partido para la dirección de la insurrección. De allí salían todas las órdenes de batalla. Siguiendo instrucciones del Centro militar revolucionario, se concentraron allí los destacamentos de soldados revolucionarios y de guardias rojos.

En la noche del 24 de octubre, Lenin se trasladó al Smolny, para hacerse cargo personalmente de la dirección del movimiento y trazar los planes concretos para la insurrección: cómo debían utilizarse las unidades militares, la flota y los guardias rojos, qué puntos decisivos era necesario ocupar en la capital para garantizar el éxito de la insurrección, etc. El objetivo era cercar y aislar a Petrogrado, apoderarse de la ciudad mediante un ataque combinado de la escuadra, los obreros y las tropas. La revolución disponía de tres fuerzas de combate principales: los destacamentos de guardias rojos (obreros armados) envolvían el centro de la ciudad por el norte, el este y el sur; las unidades revolucionarias de la guarnición de Petrogrado formaban el segundo semicírculo interior; mientras que del oeste, a la primera llamada del Comité militar revolucionario, entrarían en la desembocadura del Neva las unidades de la armada del Báltico.

Lenin decía:La insurrección, para poder triunfar, no debe apoyarse en una conjura, en un partido, sino en la clase de vanguardia. Esto, en primer lugar. En segundo lugar, debe apoyarse en el entusiasmo revolucionario del pueblo. Y en tercer lugar, debe apoyarse en el momento crítico de la historia de la creciente revolución en que sea mayor la actividad de la vanguardia del pueblo, en que sean mayores las vacilaciones en las filas de los enemigos y en las filas de los amigos débiles, inconsecuentes e indecisos de la revolución.Esta tarea se cumplió en los días 24 y 25 de octubre (6 y 7 de noviembre) de 1917.

La insurrección había comenzado. Con el estruendo de sus cañones, enfilados sobre el Palacio de Invierno, el crucero Aurora anunció, el 25 de octubre, el comienzo de la nueva era, la era de la Revolución Socialista.

Durante toda la noche del 25 al 26 de octubre (7 de noviembre), no cesaron de llegar al Smolny unidades revolucionarias de tropas y destacamentos de guardias rojos. Los bolcheviques los enviaban al centro de la ciudad, a cercar el Palacio de Invierno, donde se había atrincherado el Gobierno provisional, bajo la protección de los kadetes y de los batallones de choque. Aquella noche los obreros, soldados y marinos revolucionarios tomaron por asalto al Palacio de Invierno y detuvieron al Gobierno provisional. También se apoderaron de las estaciones de ferrocarril, las centrales de Correos y Telégrafos, los Ministerios y el Banco del Estado. Fue disuelto el anteparlamento.

Los obreros de Petrogrado demostraron en estas jornadas que habían pasado, bajo la direccíón del Partido bolchevique, por una buena escuela. Las unidades militares revolucionarias, preparadas para la insurrección por la labor de los bolcheviques, cumplían las órdenes de batalla que les daba el Centro y se batían en fraternal compenetración con la Guardia Roja. La marina de guerra no desmereció del ejército. Cronstadt era una fortaleza del Partido bolchevique, donde hacía ya mucho tiempo que no se reconocía al Gobierno provisional.

El 25 de octubre se publicó un llamamíento del Partido bolchevique A los ciudadanos de Rusia. En él se decía que el Gobierno provisional burgués había sido derribado y que el poder había pasado a manos de los Soviets.

La insurrección armada en Petrogrado había vencido.

El II Congreso de los Soviets de toda Rusia abrió sus sesiones en el Smolny a las 10'45 minutos de aquella misma noche, cuando se hallaba en todo su apogeo la insurrección triunfante en Petrogrado, y el poder, en la capital, había pasado ya de hecho a manos del Soviet de la ciudad.

Los bolcheviques obtuvieron en este Congreso una aplastante mayoría. Los mencheviques, los delegados del Bund y los socialistas revolucionaríos de derecha, viendo que ya no tenían nada que hacer allí, se retiraron del Congreso, no sin antes declarar que renunciaban a tomar parte en sus tareas. En esta declaración calificaban como una conspiración militar la Revolución de Octubre. El Congreso puso en la picota a los menchevíques y socialistas revolucionaríos, manifestando que no sólo no lamentaba su retirada, sino que se congratulaba de ella, ya que, gracias a la retirada de los traidores, el Congreso se convertía en un verdadero Congreso revolucionario de diputados obreros y soldados.

En nombre del Congreso, fue proclamado el paso de todo el poder a manos de los Soviets. En el llamamiento del II Congreso de los Soviets, se decía:

Apoyándose en la voluntad de la inmensa mayoría de los obreros, soldados y campesinos y en la insurrección triunfante llevada a cabo por los obreros y la guarnición de Petrogrado, el Congreso toma en sus manos el Poder.

En cuatro días, el poder soviético decretó la paz, confiscó las tierras de los grandes terratenientes y las distribuyó entre los campesinos, y reconoció el derecho de las naciones a la autodeterminación.

Su primer acuerdo fue aprobar el Decreto sobre la paz, donde la guerra imperialista se declaraba el mayor crimen contra la humanidad y se hacía una declaración dirigida a todos los países beligerantes y sus gobiernos sobre la decisión del Gobierno soviético de firmar inmediatamente la paz en condiciones justas y equitativas para todos los pueblos, una paz sin anexiones ni tributos. Al tiempo que se dirigía a los gobiernos y a los pueblos de todos los países beligerantes, el Congreso hacía un llamamiento a los obreros conscientes de las tres naciones más adelantadas de la Humanidad y de los tres Estados más importantes que toman parte en la actual guerra: Inglaterra, Francía y Alemania, instándoles a que ayudasen a llevar rápidamente a término la causa de la paz y con ella, la causa de la liberación de las masas trabajadoras y explotadas de toda esclavitud y de toda explotación.

Por el segundo decreto del Congreso, toda la tierra pasaba a manos del pueblo, sin indemnización alguna, aboliendo para siempre la propiedad de los terratenientes sobre la tierra, que pasaba a ser sustituida por la propiedad de todo el pueblo, del Estado. Esta ley se aprobó tomando como base un mandato campesino general, redactado con arreglo a los 242 mandatos locales formulados por los campesinos. Las tierras de los terrateníentes, de la familia imperial y de la Iglesia fueron entregadas en disfrute gratuito a todos los trabajadores.

Mediante este decreto, la Revolución entregaba a los campesinos más de 150 millones de hectáreas de tierra, que hasta entonces habían estado en manos de los terratenientes, de la burguesía, de la familia real, de los conventos y de la Iglesia. Los campesinos quedaban libres del deber de pagar las rentas a los terratenientes, rentas que ascendían a cerca de 500 millones de rublos de oro al año. Todas las riquezas del subsuelo (el petróleo, el carbón y los minerales, etc.), los bosques y las aguas pasaban también a ser propiedad del pueblo.

Fue elegido el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia, órgano supremo del poder soviético entre los congresos de los Soviets, con funciones legislativas, directivas y de control. El 8 (21) de noviembre fue elegido Presidente del Comité Ejecutivo Central de los Soviets, equivalente al de Presidente de la República, el dirigente bolchevique Jakob Sverdlov.

El Congreso también formó el primer Gobierno soviético: el Consejo de Comisarios del Pueblo, encabezado por Lenin.

Los oportunistas emboscados en el Partido, Kamenev, Zinoviev, Rikov, Shliapnikov y otros, comenzaron a exigir la formación de un gobierno socialista homogéneo, con participación de los mencheviques y socialistas revolucionaríos, a quienes la Revolución acababa de derribar. El 15 de noviembre de 1917, el Comité Central del Partido aprobó una resolución, desechando todo compromiso con estos partidos contrarrevolucionarios y declarando a Kamenev y Zínoviev esquiroles de la revolución. El 17 de noviembre, Kamenev, Zinoviev, Rikov y Miliutin, desconformes con la política del Partido, declararon que dimitían sus puestos en el Comité Central. El mismo día 17 de noviembre, Noguin, en su nombre y en el de Rikov, Miliutin, Teodorovich, A. Shliapnikov, D. Riazanov, Yurenev y Larin, que habían entrado a formar parte del Consejo de Comisarios del Pueblo, formuló una declaración de desacuerdo con la política del Comité Central del Partido, anunciando que dimitían sus cargos en el Gobierno Soviético.

Su huida produjo alegría entre los enemigos de la Revolución. Toda la burguesía y sus lacayos se frotaban las manos de gusto, chillando acerca del derrumbamiento del bolchevismo y pronosticando el naufragio del Partido. Pero este puñado de desertores no consiguió hacer que el Partido vacilase ni un minuto. El Comité Central los cubrió con su desprecío, como a desertores de la Revolución y lacayos de la burguesía, sin detenerse un instante en su camino.

En cuanto a los socialistas revolucionarios de izquierda, deseando no perder su influencia entre las masas campesinas, que simpatizaban claramente con los bolcheviques, decidieron no romper con éstos y mantener, por el momento, el frente único con ellos. El Congreso de los Soviets campesinos, celebrado en noviembre, reconoció todas las conquistas de la Revolución Socialista de Octubre y los decretos del poder soviético. Se pactó un acuerdo con los socialistas revolucionarios de izquierda, algunos de los cuales (Kolegaiev, Spiridonova, Proshian y Steinberg) fueron incluidos en el Consejo de Comisarios del Pueblo. Pero este acuerdo sólo se mantuvo en pie hasta la firma de la paz de Brest-Litovsk y la constitución de los Comités de campesinos pobres; la profunda diferenciación de clases que se produjo entonces entre los campesinos, hizo que los socialistas revolucionarios de izquierda, cuya posición reflejaba cada vez más acentuadamente los intereses de los kulaks, desencadenaran una sublevación contra los bolcheviques, siendo aplastados por el poder Soviético.

Con la elección del nuevo Gobierno, terminó sus tareas el histórico II Congreso de los Soviets.

No en todas partes fue tan rápido el paso del poder a los Soviets. Si en Petrogrado la insurrección había triunfado rápidamente, en las calles de Muscú, donde la contrarrevolución aún disponía de considerables fuerzas de combate (academias militares, escuelas de oficiales y ciertas unidades regulares), se reñían todavía furiosos combates armados que duraron aún siete días. Antes de consentir que el poder pasase a manos del Soviet de Moscú, los partidos contrarrevolucionarios, unidos a los guardias blancos y a los kadetes, desencadenaron la lucha armada contra los obreros y los soldados.

En el propio Petrogrado y en sus inmediaciones, se hicieron, durante los primeros días del triunfo de la revolución, algunas tentativas contrarrevolucionarias para derrocar el poder soviético. El 10 de noviembre de 1917, Kerenski, que ya en plena insurrección había huido de Petrogrado a un sector del frente norte, concentró algunas unidades de cosacos y las envió sobre Petrogrado, con el general Krasnov a la cabeza. El 11 de noviembre de 1917, la organización contrarrevolucionaria Comité de salvación de la patria y de la revolución, dirigida por socialistas revolucionarios, desencadenó una sublevación de kadetes. Al anochecer, los marinos y guardias rojos liquidaron la sublevación y el 13 de noviembre era derrotado el general Krasnov cerca de las alturas de Pulkovo. Krasnov cayó prisionero y dió su palabra de honor de que no volvería a luchar contra el poder soviético. Se le puso en libertad bajo esta promesa pero, algún tiempo después, traicionó su palabra. Kerenski logró escaparse, disfrazado de mujer. También el general Dujonin intentó promover una sublevación en Moguilev, en el Cuartel General del ejército.

Los delegados del II Congreso de los soviets se diseminaron por el país, para difundir la noticia del triunfo de los Soviets en Petrogrado y asegurar la victoria del poder soviético en toda Rusia. Desde octubre de 1917 hasta enero-febrero de 1918, la revolución soviética logró extenderse por toda Rusia. Tan rápido fue el ritmo con que el poder soviético se fue instaurando a lo largo del territorio del inmenso país, que Lenin hablaba de su marcha triunfal. Pronto al Smolny comenzaron a llegar ininterrumpidamente telegramas con noticias de que en una ciudad tras otra de Rusia los obreros se adueñaban del poder.

La Revolución Socialista había triunfado. No fue causal que triunfara en primer lugar en Rusia, ya que, desde principios de siglo, los antagonismos sociales, políticos y nacionales habían alcanzado en él la máxima profundidad. La guerra imperialista acentuó aún más todas estas contradicciones. Entre las diversas causas que determinaron el triunfo tan relativamente fácil de la Revolución Socialista en Rusia, conviene destacar, como fundamentales, las siguientes:

La Revolución de Octubre se enfrentó con un enemigo relativamente frágil, mal organizado e inexperto políticamente, como la burguesía rusa, económicamente débil. No tenía ni la independencia política ni la iniciativa necesarias para encontrar una salida a la situación. No poseía esa experiencia en manipulaciones políticas en gran escala que posee, por ejemplo, la burguesía francesa, ni había pasado por la escuela de canalladas de gran estilo en que es maestra, por ejemplo, la burguesía inglesa. Al subir al poder, la burguesía rusa que, días antes de la Revolución de Febrero, se esforzaba en llegar a un acuerdo con el zar, continuó la política del aborrecido autócrata. Lo mismo que el zar, abogaba por la guerra hasta la victoria final, a pesar de que la guerra arruinaba y agotaba al país y dejaba exhaustas las energías del pueblo y del ejército. Defendía, lo mismo que el zar, la conservación de la propiedad de los terratenientes sobre la tierra, a pesar de que los campesinos perecían por falta de tierras y sucumbían bajo la opresión. En cuanto a la política seguida respecto a la clase obrera, la burguesía rusa iba todavía más allá que el zar, pues no sólo se esforzó en mantener y robustecer la explotación de los patronos, sino que, además, la hacía insoportable, mediante la aplicación de cierres de fábrica en masa.

A la cabeza de la Revolución de Octubre figuraba una clase revolucionaría como la clase obrera, templada en las luchas, que había pasado en poco tiempo por dos revoluciones y había sabido conquistar, en vísperas de la tercera revolución, la autoridad de dirigente del pueblo, en su lucha por la paz, por la tierra, por la libertad y por el socialismo. Si no hubiese existido este núcleo dirigente de la revolución, acreedor a la confianza del pueblo, que era la clase obrera, no se hubiese logrado tampoco la alianza entre los obreros y los campesinos, sin la cual no habría podido triunfar la Revolución de Octubre.

La clase obrera de Rusia contaba con un aliado tan importante en la revolución como eran los campesinos pobres, que formaban la aplastante mayoría de la población campesina. La experiencia de ocho meses de revolución, que valía por decenas de años de desarrollo normal, no había pasado en vano para las masas trabajadoras del campo. Durante estos meses, habían tenido ocasión de pulsar en la realidad a todos los partidos de Rusia y convencerse de que no eran los kadetes, ni los socialistas revolucionarios, ni los mencheviques los que pelearían contra los terratenientes ni derramarían su sangre por los campesinos; de que sólo había en Rusia un partido que no se hallaba vinculado con los terratenientes y que estaba dispuesto a aplastar a éstos para satisfacer las necesidades de los campesinos, y este partido era el Partido bolchevique. Esta circunstancia fue la que sirvió de base para la alianza del proletariado con los campesinos pobres. Sin esta alianza la Revolución de Octubre no hubiera podido vencer.

La clase obrera tenía a su cabeza un Partido experimentado en la lucha política. Sólo un partido como el bolchevique, era suficientemente intrépido para conducir al pueblo al asalto decisivo y suficientemente prudente para sortear todos los obstáculos que se alzaban en el camino hacia la meta; sólo un partido así podía fundir en un gran torrente revolucionario movimientos tan diversos como el movimiento democrático general por la paz, el movimiento democrático-campesino por la incautación de las tierras de los terratenientes, el movimiento de liberación nacional de los pueblos oprimidos por la igualdad de derechos de las naciones y el movimiento socialista de la clase obrera por el derrocamiento de la burguesía y la instauración de la dictadura del proletariado. Es indudable que la fusión de estas diversas corrientes revolucionarias en un poderoso torrente revolucionario único fue lo que decidió la suerte del capitalismo en Rusia.

La Revolución de Octubre estalló en un momento en que la guerra imperialista estaba aún en su apogeo, en que los principales Estados burgueses se hallaban divididos en dos campos enemigos, en que estos Estados, empeñados en una guerra de unos contra otros y debilitándose mutuamente, no podían inmiscuirse a fondo en los asuntos de Rusia, interviniendo activamente contra la Revolución. Esta circunstancia facilitó considerablemente el triunfo de la Revolución Socialista.

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